Suelo imaginar que antes de ser humorista, Quino pudo haber cursado varios estudios en Humanidades. Su humor, inteligente y sin pretensiones, trata temas que nos conciernen a todos. En efecto, focalizada sobre las personas, la obra gráfica de Quino presenta diversas situaciones que tienen que ver con el individuo y la sociedad en la que vive.
Quino nos recuerda que en este mundo el fin justifica los medios.
Que a diario son emitidos discursos dobles.
Que la sonrisa puede llegar a ser impuesta por la fuerza.
Que el pez grande se come al chico.
Que el pez chico solo sobrevive si recurre a lo insólito.
Cada uno de estos ejemplos logra transmitir su mensaje gracias al empleo de estrategias ligadas al género grotesco. Exageración y ridiculez, por ejemplo, son comunes a todos. No obstante, cada imagen posee su propia razón de ser y ella puede ser establecida sin dificultad. Lejos ser caprichos de dibujante, las imágenes de Quino a veces involucran situaciones agridulces que invitan a la reflexión y subsecuente aplicación del sentido común.
En las artes visuales, lo Grotesco se define como una estructura tensa, que incluye elementos contradictorios y sugiere así lo monstruoso. Como configuración, lo Grotesco por consiguiente constituye una auténtica paradoja visual.
En el primer ejemplo, los transeúntes se sacan el sombrero y se saludan con amabilidad, pero al mismo tiempo algunos de ellos arrastran trampas con rueditas, destinadas para los ratones que otros transeúntes, en su ingenuidad, pasean como si fuesen perritos. La situación es grotesca. Hay ella tensión y contradicción. La monstruosidad aquí sugerida es que más allá de las apariencias, el hombre es el lobo del hombre.[1]
En el segundo caso, una mujer sobrealimentada le da con una mano una moneda a una niña carenciada, pero con la otra la agarrada de los pelos y la levanta por el aire. En la señora se da una rotunda contradicción gestual entre la delicadeza con que una de sus manos ofrece la moneda y la brutalidad de la otra, que sostiene a la carenciada firmemente agarrada de los pelos. Del ojo de la desventurada cae una lágrima, mas su mano continúa extendida para recibir los diez centavos que agridulcemente le otorga la "gran" dama. Lejos de ser indiferente ante semejante situación, Quino toma cartas en el asunto y responde con ironía a través del título que acompaña a su trabajo: "¡Cuánta bondad!" (Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1999).
La tensión del tercer caso nos confronta con el estado emocional de su protagonista, visiblemente triste, pero con una sonrisa estampada en la cara. Existe también cierta tensión en el peso tridimensional del sello y la almohadilla de tinta empleados y visibles el protagonista, que ha sido reducido a términos de mera bidimensionalidad. Se trata de una contradicción impuesta: el hombre de las dos bocas no es en sí grotesco, pero su cara expresa emociones diametricalmente opuestas. A través de esta paradoja visual, Quino delata una sociedad monstruosa y manipuladora, sociedad que le estampa al individuo una sonrisa en la cara, mas alla de cómo el mismo pueda llegar a sentirse. Pero la medida resulta inoperante, ya que pese a su supuesta alegría, el verdadero estado emocional del individuo no ha desaparecido por completo de la imagen. Se da así una contradicción formal en la imagen resultante, pero el mensaje de Quino no es para nada ambiguo.
En los casos cuarto y quinto, el artista gráfico recurre a una estrategia típicamente grotesca y establece un contraste insólito entre lo enorme y lo diminuto. Quino establece una diferencia de tamaño intencionalmente desproporcionada entre los personajes representados. Así, el grande podría engullir al pequeño de un solo bocado o el pequeño podría haber sido enlatado y, una vez abierta la lata, apuntar con su pistolita a un ama de casa corporalmente diez veces mayor que él. Es interesante notar el hecho de que Quino haya incluido ambas imágenes en su publicación ¡Qué presente impresentable! (2004), dado que vergonzoso en ambos casos es el 'regalo' que un ser humano le da a otro. Ya gigante o un enano, la talla del hombre no es aquí el factor decisivo, a diferencia de su insensibilidad y egoísmo. Es este tipo de conductas a las que Quino pone en evidencia a través de su obra gráfica.
En teoría, lo Grotesco se compone de dos elementos contradictorios, que se manifiestan en simultaneidad. Uno de ellos suele ser cómico, mientras que el otro da miedo.[2] En algunos casos, uno de los elementos resulta atractivo, mientras que el otro produce rechazo. La mezcla de lo Grotesco conlleva ambigüedad y confunde al espectador.[3] Ello no ocurre en el caso de Quino.
Con lo Grotesco uno se encuentra desorientado, mientras que la tierra se desmorona bajo sus pies.[4] Quino no desorienta. Al contrario, proporciona tierra firme. Es raro que alguien dude acerca de las intenciones que hay detrás de su trabajo. Quino no mete miedo. Tampocos su obra asusta. El dibujante está al tanto de lo que pasa, conce y comparte. Trabajando con la lógica propia de un teorema, su obra comunica valores universales en un mundo que hace todo lo posible por ignorarlos o deshacerse de ellos.
Lo Grotesco incluye considerable tensión, la mezcla de elementos incompatibles y alusiones a lo monstruoso.[5] Lo Grotesco es un juego con lo absurdo y suele apelar al humor negro y la incongruencia.[6]
Quino a veces juega con lo absurdo, pero carece de humor negro. Su humor coherente y didáctico. Se trata de un humor educativo que no tiene ni doble discurso ni dobles intenciones. Eventualmente Quino llega a jugar con la ambigüedad, pero su mensaje se mantiene siempre claro y unívoco. En los casos considerados, por ejemplo, el dibujante denuncia la falsedad del oportunista, el doble discurso de la neurosis, el efecto producido por la censura, el abuso del poderoso y el sinsentido de la violencia.
De la claridad del trabajo de Quino resulta por lo tanto lógico y para nada grotesco el que un hombre maduro y sabio, por ejemplo, demuestre afecto para con su futuro sucesor en este mundo. Si se compara la tupida vegetación que crece en la cabeza de dicho hombre con la ramita que apenas brota de la cabeza del chico, la exuberante vegetación presenta a ese señor como alguien con años de experiencia en este mundo. El gesto de ternura expresado por su mano apoyada sobre la frente del chico lo introduce como un ser extraordinario, no un monstruo, sino un modelo a imitar.
Dada su innegable afinidad resulta muy convincente y difícilmente grotesco que el Sr. Destornillador abrace al Sr. Tornillo (y no al Clavo). Aunque Quino mezcle aquí seres humanos con objetos, esto no enturbia sino que clarifica la identidad de sus figuras, que no accidentalmente fueron publicadas en la tapa de su libro Potentes, prepotentes e impotentes (Ediciones de la Flor, 1989).
Es lógico que el televidente maldiga la interferencia del canal cultural si éste eclipsa al deportivo durante el partido de fútbol.[7] Su enojo se justifica dada la incongruencia de recibir en la pantalla de su televisor una bailarina clásica que se interpone entre los jugadores, les arrebata la pelota y la eleva con las manos. Así, la bailarina transgrede la regla esencial del fútbol (football; ballon au pied). Se trata de un deporte que puede ser masculino o femenino. Pero aquí, con su insólita aparición, la bailarina lo transforma en un evento mixto, cosa que rompe las estructuras del telespectador. Categóricamente, lo que sucede en la pantalla es una coincidencia grotesca, a diferencia de la reacción televidente, unívoca y comprensible, dada la naturaleza redundante de la sofisticada interferencia imaginada por Quino.
Lo Grotesco no es lógico ni coherente. Al contrario, es un fenómeno problemático, fundamentalmente irracional e incongruente.[8] Debido a ello no debe sorprender el que lo Grotesto sea escaso en la consistente y civilizadora obra gráfica de Quino.
.........................................................Mariano Akerman
Las imágenes que siguen encapsulan profundas verdades, expresadas a través del uso de ingeniosas paradojas visuales.
Homo sapiens - Bien, gracias. ¿Y usted?, 1976.[9]
Libertad - Déjenme inventar, 1983
Espera - Gente en su sitio, 1978
Notas
1. Plauto, Asinaria, II, 4, 88: "Homo homini lupus." Es decir, el hombre es para su semejante peor que las fieras.
2. John Ruskin, The Stones of Venice, 1853, capítulo "Grotesque Renaissance"
3. Philip Thomson, The Grotesque, Londres: Methuen, 1972, p. 27; Irene Pérez, El grotesco criollo, Buenos Aires: Colihue, 1989, p. 31
4. Wolfgang Kayser, Das Groteske: seine Gestaltung in Malerei und Dichtung, Oldenburgo y Hamburgo: G. Stalling, 1957, p. 200
5. La definición formulada resulta de considerar los estudios de George Santayana, Kayser y Thomson. Para un debate acerca de la misma, ver Mariano Akerman, The Grotesque in Francis Bacon’s Paintings, tesis, 1999, pp. 16-19
6. Akerman, ídem., capítulo 1, sección 1. Véanse también la naturaleza e interacción de las Dos figuras exhibidas por Carlos Nine en 2005, http://www.flogup.com/gustibus/1474879
7. Esta imagen tiene su referente en "El mundo de Quino: Cultura Social," Quino, http://www.quino.com.ar/spain/trabajos_mundo06.htm
8. Horacio, Ars Poetica, 20 a.E.C., líneas 1-13; ver "Painters and Poets Alike," http://im-akermariano.blogspot.com/2009/03/painters-and-poets.html ; "Conejos con tigres," 2007, incluye parte del texto en castellano, http://www.flickr.com/photos/akermariano/2049827547/
9. El trabajo es auténticamente grotesco ya que presenta los rasgos que tipifican a dicho género. Ver el texto de mi conferencia "Arte Argentino," Universidad Ateneo de Manila, 19 enero 2006; "De doble filo," film, abril 2008, http://im-akermariano.blogspot.com/2009/03/double-edged-de-doble-filo.html, No. 87
Referencias: Página oficial de Quino • Espiral en mundo ortogonal