20.9.09

TODO BIEN

¿No surge la obra de arte de la auténtica necesidad expresiva de su autor, quien de algún modo nos hace partícipes de su propia percepción de la realidad que lo rodea?


Marko Mäetamm, Juegos (Playground), 2006. Acuarela sobre papel, 21 x 29 cm. Una de 16. Londres, Nettie Horn, Happy End, enero 2009 - Click sobre cada imagen para agrandarla.

El arte de hoy ya no es el que era ayer. Y desde hace ya un buen tiempo que la obra de arte no tiene como fundamento medular el ser un gratificante motivo de armonía para exhibirse en el salón hogareño.

En efecto, la otrora supina necesidad neurótica de aprobación por parte del artista, aquella de complacer a todo el mundo, quedó a partir de Gustave Courbet en buena parte superada.

Claro que también hicieron lo suyo para dar una mano al respecto Matisse, Schiele, Picasso y Méret Oppenheim.

Francis Bacon fue otro notable irreverente. Cargado de ambigüedad y lucidez, su calculadamente indefinido sarcasmo juguetón logró afectar al arte como lo hace la tinta china al entrar en contacto con el agua contenida por un vaso.

Para bien o para mal, o incluso para ambos, el arte actual frecuentemente se revuelve entre la banalidad y el humor negro. Es algo alevoso. Si bien estéticamente cuestionables, algunos trabajos actuales son no obstante efectivos en lo que a abrir las válvulas de la imaginación se refiere. Un caso prominente en cuestión es Marko Mäetamm y sus Casas sangrantes, ejecutadas alrededor de 2004.


Mäetamm, Casa sangrante (Bleeding House), óleo sobre lienzo, c. 2004

Mäetamm realiza imágenes con viviendas llenas de sangre. Generalmente, ésta emana desde sus ventanas superiores. Casi como para si ser admirada, mas insistiendo en sugerir lo monstruoso, cae la sangre. Y lo hace con espectacular abundancia.

Desde el punto de vista de su delineamiento y factura gráfica, las Casas sangrantes de Mäetamm son un tanto mediocres. Sus líneas negras sobre fondos blancos recuerdan cuadernillos a ser coloreados por los niños, sólo que en el caso de Mäetamm nada hay para colorear, dado que el artista establece ya de el vamos el único color ha ser percibido por el espectador: un ordinario rojo sanguinolento perpetuo, nada más.

#1

Estilísticamente, tampoco son sus casas una novedad. Las tipologías representadas por Mäetamm pertenecen todas ellas hoy al pasado, tanto tradicional como moderno. En efecto, las volumetrías delineadas por Mäetamm fueron en su momento todas ellas admiradas y reproducidas hasta el hartazgo.

Descontextualizadas, las inquietantes viviendas de Mäetamm desorientan al espectador.

#5

#3

#4

Durante el siglo XX, Le Corbusier sostuvo que la casa era una máquina para habitar. En el siglo presente, Mäetamm nos recuerda que la casa pudo haber funcionado, pero acaso como lo hace una trituradora.

#7

Es posible que hoy haya dejado de funcionar. Sea como fuere, hoy parece haber perdido lo que otrora bien pudo haber sido su considerable capacidad de almacenar la sangre proveniente de los misteriosos crímenes que eran cometidos en su interior...

Tan copiosa es la cantidad de sangre acumulada y contenida dentro de una vivienda de Mäetamm, que el ese fluido suele constituir no menos de las tres cuartas partes del volumen de la misma. No obstante, una vez alcanzado el o los antepechos de sus vanos superiores, la sangre comienza a rebalsar, para luego desbordar y precipitase sobre la planta baja. Allí, eventualmente puede llegar a formar un gran charco e incluso cubrir todo el lote del bien inmobiliario, amenazando con traspasar los límites del predio (Casa sangrante #1).

Con su sangre omnipresente, los bienes raíces de Mäetamm suelen conducir al espectador a formularse una pregunta: ¿por qué sangran las casas?

#2

Parte de la respuesta se halla en el mismísimo hecho que Marko Mäetamm es un artista proveniente de un país báltico: Estonia, nación que atesora una de las más ensangrentadas historias del Viejo Continente.

Representadas por más que elementales perspectivas, las viviendas del artista estonio parecen aludir a un proyecto en estado incipiente. Pero las imágenes en cuestión hablan de una situación alarmante, ya que cada proyecto de esta serie de obras inexorablemente emana sangre. Es por eso que es posible decir que Mäetamm pinta embriones arquitectónicos desangrándose.

Proyecto en estado incipiente e irremediable fin coexisten en cada una de las Casas sangrantes. Así, los ambiguos óleos de Mäetamm sugieren en su conjunto tanto un criminal proyecto en serie como un serio proyecto criminal.

El fondo blanco sobre el que fueron delineadas las descontextualizadas Casas sangrantes podría sugerir cualquier lugar, incluyendo naturalmente a Estonia.

Mäetamm, no obstante, no hace ninguna referencia directa a ella. Se contenta con parodiar al hoy tristemente célebre sensacionalismo de los medios de (in)comunicación masiva. Exhibe entonces cada Casa sangrante con un detallado informe escrito a través del cual que las casas (el artista no) relatan relatan los acontecimientos que las han conducido al muy ensangrentado estado en el que hoy se encuentran. Es a partir de este momento que las viviendas en cuestión se muestran no sólo sangrantes sino que además pasan a ser parlantes.[1]


Testimonio visual y por escrito: Casa sangrante #4. Rotermann Salt Storage Art Center, Tallinn 2005

Testimonian entonces ellas acerca de masacres y asesinatos en serie. En primera persona singular, ellas dan a conocer diversos eventos de extrema violencia. Ellos involucran las acciones de seres perturbados, cuando no de las Casas mismas. Los procedimientos monstruosos a los que se refieren pertenecerían al campo de la ficción, de no ser por el carácter un tanto evocativo de las Casas mismas, exhibiendo todas ellas un coagulado substituto pictórico de la roja e indeleble sustancia otrora derramada durante las muchísimas salvajadas que de hecho tuvieron lugar en los Países Balticos.

En esos informes, cargadísimos de cinismo y humor negro, Mäetamm suele localizar a sus Casas sangrantes en función del país en el que ellas son exhibidas.[2] Así, ellas pueden indistintamente formar parte de Estonia o, por ejemplo, del Reino Unido.[3] Con todo, resulta casi imposible el no asociar las Casas sangrantes con la Estonia natal del artista.

Como nota Nettie Horn: “Inexorablemente coqueteando con su propia realidad, Marko Mäetamm disfruta del acto de confesarse. Su estatus como artista se encuentra ante todo [...] en [...] una serie de arreglos ficticios en los que los conflictos y dramas [de sus protagonistas siempre] terminan en actos irreversibles [...]. Sin sentirse culpable, Mäetamm manifiesta todo tipo de sentimientos-tabú y, a pesar de los tonos trágicos [de su obra], pone en evidencia un oscuro sentido del humor que recuerda [o cumple el papel de] una sátira contemporánea sobre la conducta social [alienada].”[4]

Es particularmente debido a esto último que las Casas sangrantes no son meramente autorreferenciales sino que implícitamente parecen aludir a Estonia. Conquistada tarde o temprano por daneses, alemanes, polacos, suecos y rusos desde el medioevo y hasta 1918, brevemente independiente, desde 1921 y hasta la invasión soviética de 1940, regulada a piacere por los alemanes nazificados en 1941, pero tan sólo para caer pronto de nuevo en manos de los soviéticos, desde 1944 y hasta nada más ni nada menos que 1991, la historia de ese país báltico fue un verdadero baño de sangre.

Y entre la copiosa sangre derramada en Estonia, no ha el lector de dudar que tampoco faltó aquella de sus hebreos, brutalmente allí masacrados inmediatamente después de la llegada de los alemanes en junio de 1941.

#6

Al ver la sangrienta condición de las viviendas delineadas por Mäetamm, ¿cómo podría uno no asociarlas con las descomunales salvajadas que tuvieron lugar en su país?

Conjuntamente con sus informes y otros vídeos animados de los crímenes en serie llevados a cabo por diversos psicópatas de turno, las Casas sangrantes de Mäetamm inquietan al espectador y, a través de sus abundantes flujos metafóricos lo revuelven bien entre la ficción y la realidad. Ellas, explica Nettie Horn, “revelan, [tal] como [sucede] en un exorcismo, el miedo del artista [frente a la vida, su Lebensangst]. [...] Frente al estupor emocional que su obra produce, varias reacciones son posibles, desde una sensación de incomodidad hasta la insólita carcajada liberadora. El trabajo de Mäetamm [... demuestra que él] juega con [varios] aspectos intimidatorios y desalentadores de la vida [...], ya sean éstos [sus propios] miedos personales o ancestrales o [bien otros] que se hallan enterrados profundamente en nuestra memoria.”[5]

A través de sus Casas sangrantes, Marko Mäetamm indudablemente logra sugerir con efectividad tanto sus propias obsesiones personales como todas aquellas otras que aún no han dejado de acosar a su tierra natal.

Las pantagruelescas imágenes que Mäetamm configura y exhibe, así como también las muy mixtas reacciones que ellas producen en quienes las perciben, marcan un conmovedor triunfo de lo Grotesco.

...................................................Mariano Akerman

Notas
1. Mäetamm, "Bleeding Houses," sitio oficial online. Allí escribe: "Often I exhibit them [the Houses] together with my horrori[fi]c stories, which are [...] like told by [each one of] the [...] houses. Then the whole project is called SPEAKING HOUSES" - http://www.maetamm.net/projects/index.php?m=7&speak=1.
2. Ibid.
3. Casa sangrante #1. Manchester; #2. Phoenix; #3. Manchester; #4. London; #5. London; #6. London; #7. London; #8. Tunbridge Wells; #9. London; #10. Eastern England ("Bleeding Houses").
4. Nettie Horn, introduciendo al artista online: “Flirting inexorably with his own reality, Marko Mäetamm enjoys the act of confessing. His status as an artist is predominantly at the origin of a series of fictional “mises-en-scènes” during which conflicts and familial dramas escalate towards irreversible acts and the ultimate sentencing. Mäetamm guiltlessly manifests all sorts of taboo feelings and, despite the tragic tones, a dark sense of humour, reminiscent of a contemporary satire around social behavior, is evident” (Press-release para Londres, Nettie Horn, Happy End, enero-febrero 2009, accedido 20.9.2009).
5. Ibid.: “The presented drawings and videos openly reveal, such as an exorcism, the artist’s fear of not being able to live up to his role as head of family. Does he merely evoke his own distress when he pretends not to be strong enough to live in our world and wanting to get rid of his family? / In front of this emotional outpour, varied reactions ensue, from a feeling of unease to the unexpected and liberating laugh. Mäetamm’s work is ironically subtle; playing with the daunting aspects of life in general, whether they are personal or ancestral fears or fears which are buried deep in our memories.”

Referencias: Sitio oficial de Marko Mäetamm - Nettie Horn, Londres

11 comments:

ALMA said...

Lo de Mäetamm es por cierto algo delirante y pese a su desproporción bien puede ser movilizador y llevarlo a uno a reflexionar acerca del arte y la condición (in)humana.

Marlene Lievendag said...

Tus palabras siempre me dejan pensando.

GiGi said...

El artista tiene derecho a expresar lo que quiera, o lo que pueda. Pero eso no nos obliga a admirarlo. Si está obsesionado o alterado por desgracias, también está en compañía de humanidad. Creo que la inteligencia y la genialidad de un artista está en elevarse por encima de la miseria y superarla. Eso no significa que sólo hay que pintar lo bello. Pero, ¿a dónde vamos a parar con tanta sangre? ¿Por qué detenerse en las atrocidades? Todavía hay humanidad, amor, compasión... y una naturaleza maravillosa que persiste a pesar de todo y a la que prefiero contemplar. Pronto me voy a pasear a Sicilia: a admirar los restos de civilizaciones antiguas y a deleitarme con los maravillosos paisajes de la isla. No tengo planeado visitar la morgue ni ningún matadero. Lo siento, no está en mis planes. No se trata de frialdad o que no me importe el dolor humano. Es bueno saber hacia dónde uno va.

ALMA said...

Lo que subido online es un fragmento de una investigación acerca de “La Historia de lo Grotesco,” la que hoy es esencial para nuestro desarrollo humano.

Hace falta un tiempo para cada cosa. Uno para sentir y otro para expresar, uno para explorar y otro para hacer la siesta, uno para la crisis y otro para el éxtasis, uno para embadurnar y otro para delinear... es una especie de equilibrio entre, digamos, Miguel Angel y Rembrandt, o Goya e Ingres, o Henry Moore y Francis Bacon.

Hoy más que nunca asfixiantes son el aparentismo, el consumo y la vacuidad. Mas, parafraseando a Serrat, afirmo: el rayito de sol también existe.

Avanti con los faroles, que viento en popa infla las velas y... la nave va.

Teresa Papaiani said...

Me encanta tu análisis. No conocía a este artista. Estuve en los países bálticos. En Estonia vi algo de arte. La gente muy tocada. El clima, los excesos, mucho alcohol, mucho sufrimiento. No me gustó, aunque sí me pareció diferente a todo lo que conocía.

Lucas Camara said...

Caro Mariano,
Creio que es una iniciativa muy positiva e la Humanidad agradece que los artistas e poetas consigan tener este tipo de iniciativas ! Ficamos todos los demás a ganar !
Abrazo amigo

Claudia Chiappino said...

Gracias Mariano! Excelente análisis! No conocía a este artista, pero me impactó mucho su trabajo. Una de las cuestiones que pueden tenerse en cuenta es que la obra de arte ofrece múltiples lecturas, no sólo la del artista sino la que se construye con el espectador. A mí me hizo pensar en el cine de Michael Haneke y su planteo sobre la violencia. Una violencia que no está en el extranjero, ni en el vecino. Una violencia que brota desde el interior de nuestros hogares.

GiGi said...

La vida es una lucha constante contra la adversidad, los infortunios y las lágrimas, por eso estoy siempre en pugna para experimentar lo sublime. Ver y disfrutar—te cito—“el rayito de sol”. El que tiene el corazón sano y fuerte no debe ni puede abandonar esa búsqueda. Un beso.

Jorge Bozzano said...

Estimado Mariano, Leí tu artículo "Todo bien". Me gustó. Y los trabajos de Mäetamm, como vos bien lo notás, dan para pensar... escribís al principio: "El arte de hoy ya no es el que era ayer. Y desde hace ya un buen tiempo que la obra de arte no tiene como fundamento medular el ser un gratificante motivo de armonía para exhibirse en el salón hogareño." No hay dudas que el resto del artículo lo confirma. Como alguien dijo, lo importante está en lo que pensamos y cómo lo que pensamos puede cambiar la realidad. Todo bien. Un afectuoso abrazo.

Sergio Cazachkoff said...

Lo primero que pasó por mi mente al haber visto las obras: inasequibles como sangre corriendo entre dedos que pugnan por contener una herida abierta.

Silvina Efron said...

Me encanta, segui publicando tus investigaciones.

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