7.3.10

Morfología para una patología, grave.

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La sensación que se tiene al contemplar ciertas imágenes del dibujante e ilustrador argentino Chachi Verona puede ser tan agradable como reencontrarse con una cara conocida o bien como juntar pedazos de vidrio con los dedos.



Con determinación y persistencia, Verona nos recuerda mediante su imaginería el que algo anda mal. Hay en ella malestar y descontento.[1] En principio no se está bien con ser lo qué se es. Así, aprendemos que el perro prefiere ser gato. Y cuando ambos juegan, se da una inversión de roles, donde el perseguidor (perro) pasaría ser el perseguido (gato) y viceversa. Es un juego. El uno se disfraza del otro y lo opuesto. Se invierten los papeles, mas el juego es en sí toda una revelación de ese no se estar bien tal cómo se es (cosa también corroborada por el título de la imagen: El perro que prefería ser gato).



Pero eso no es todo. La nena a su vez quiere ser perro. No perra, perro. Y tamaña idea encuentra expresión en la obra de Verona en términos inesperados y que dan lugar a la perplejidad.



El asunto es surreal y es en las historias que Verona ilustra donde siempre hay "alguien [que] quiere ser lo opuesto a su esencia o algo imposible de ser."[2] Esas historias, explica el dibujante, le permiten hacer lo que más le gusta y que es "dibujar todas esas cosas inverosímiles y ridículas que tanto me divierten."[3] Con todo, el efecto de no pocas de sus imágenes de divertido tiene bastante poco.



Poco de divertido y bastante de preocupante hay en, por ejemplo, sus caritas que son todo materia confusa y sugieren tanto mutaciones de laboratorio como reconstrucciones faciales monstruosas. ¿Y quién tiene la culpa? Posiblemente "El chancho limpio", que chancho al fin, de limpio, seguramente no tiene nada.



Verona corrobora lo sospechado: "El chancho limpio me agarró de una oreja y me metió en el desopilante mundo de las contradicciones y el absurdo. Después el chancho voló y se fue a la universidad, las vacas comieron carbón, y al loro le comieron la lengua."[4]

Pero dejando a las vacas y al loro de lado, interesante es imaginar el tipo de relación que el Chancho puede llegar a tener con Juanita, dado que la naturaleza de Juanita no está para nada clara.



Ella es una especie de mutante, con algunos atributos humanos y otros que no lo son tanto. Se trata aparentemente de un ser híbrido o uno en plena metamorfosis. Una monstrua sin ojos pero con con enorme boca (vagina dentata). Uno de sus miembros (tal vez el viril), sirve de soporte al cabezal de un martillo. Y dado que mientras sonríe como si fuese protagonista de anuncio para dentífrico, Juanita sostiene un clavo en su mano (única), es posible suponer que es ella un ser tan laborioso como sensualmente violento. Claro que también violento es lo que ha hecho Verona con ella al haberla representado en un estado de deformación tal que, de estar hoy vivo, Francis Bacon hubiese aplaudido de buena gana. En efecto, incluso la idea de una barbilla que descende "hasta la rueda" o la presencia de boquita y nariz en cada talón le hubiesen encantado al autor de los Tres estudios para figuras al pie de una crucifixión.

Fuera del muy popular y archiconocido estilo de historieta urbana que Verona cultiva, cabe notar que mérito suyo es el de ser una especie de sismógrafo de los incorregibles impulsos de la sociedad a la que pertenece: una contradictoria y absurda, patológica. Violenta.



Al doble-filo de la violencia, responde Verona no sin cierta ambigüedad humorística.



En una sociedad donde solo quien lleva la correa en la mano es amo y señor difícilmente sorprenda a nadie el que el perro finalmente no quiera ya ser gato, sino hombre. Así, en la imaginería de Verona, humano es el perro, el hombre no.



¿Que más decir del hombre? Ya varón o mujer, lo cierto es que en manos de Verona ambos no paran de sugerir lo monstruoso. Aberrante es su naturaleza. Torpe y absurda su interacción.



Con sus metamorfosis, deformaciones, desproporciones, desplazamientos, multiplicaciones y/o amputaciones de órganos, las figuras de Verona tienden a celebrar lo Grotesco. Mas es el de Verona un grotesco impregnado de tragedia. De esa tragedia que es el no estar bien consigo mismo ni con los demás. ¿Qué hay de divertido en ello? Poco y nada.



La resultante de las uniones imaginadas por Verona también sugiere lo monstruoso. O por ponerlo en términos, el ser atípico.



Pese a declarar que lo suyo es algo así como un entretenimiento, lo cierto es que en su lucidez Verona no perdona. Y de ahí el carácter grotesco que presentan sus personajes.

¿Y qué hace, por otra parte, Verona con el gran mito de victoria argentina en el mundial de fútbol de 1978? Lo desmitifica.



Con su cabeza cubierta por un balde, embocado queda Maradona en Argentina '78. Y en su grotesco multiprocesar, Verona no duda en personificar (o sea, hacer persona) al país de los argentinos, pero solo para presentarlo acorralado, sorprendido y con muletas.



En ese mismo trabajo, de lo que es una especie de alambre de púas emergen las puntas de varias flechas. Todas ellas apuntan hacia adentro, hacia el mismísimo país. Y a dichas flechas o "púas" las sostiene cierto "alambre" que literalmente acorrala al país. Amen de sus ya mencionadas "púas," dicho "alambre" se halla a su vez formado por una serie de unidades que son ecos del sorprendido país con muletas, ahora en estado jibarizado. Preocupante como es, este trabajo de Verona paradójicamente se titula "Calma." Grotesco lo suyo, ¿no?

Referencias
1. Véase, por ejemplo, El surmenage de la muerta, año 2, no. 6, Buenos Aires, diciembre 2002. Varias de las imágenes aquí presentadas provienen de dicha revista online, donde ellas figuran aunque sín titulo ni fecha.
2. Chachi Verona, "Nota del ilustrador," en Horacio Clemente, El chancho limpio, Buenos Aires: Sudamericana, 2001; repr. en Las ilustraciones de Chachi Verona para El chancho limpio, Imaginaria, No. 102, 14 de mayo de 2003
3. Ibid.
4. Ibid.
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