28.12.09

¿Lo bello que en lo feo o lo feo que en lo feo?


Eco, Umberto. Historia de la fealdad, Barcelona: Lumen, 2007

En un libro que es la continuación de su Historia de la belleza (2004), Eco explora la fealdad a lo largo de la historia del arte. En principio, belleza y fealdad son conceptos que se rechazan mutuamente y, por lo general, se considera que la fealdad es la antítesis de la belleza. Dado que la fealdad suele ser entendida como la ausencia de belleza, bastaría definir a esta última para saber qué es la fealdad. Pero si bien es relativamente fácil establecer los parámetros de lo bello, ello no significa que la fealdad deba ser percibida sólo como "el infierno de la belleza".[1] Ya que las manifestaciones de la fealdad a través de los siglos son más ricas, complejas e imprevisibles de lo que comúnmente se cree. Entre demonios, locos, enemigos terribles y presencias perturbadoras, entre abismos y deformidades, entre monstruos y fantasmas se descubre una vena iconográfica extraordinariamente amplia y a menudo insospechada.

Fealdad natural, fealdad espiritual, asimetría, falta de armonía y deformidad suelen funcionar como características distintivas de la fealdad.

Tal como sucede con toda categoría estética, también el alcance de lo feo es abierto y móvil, y varía según las distintas épocas y de cultura en cultura. Para los arquitectos renacentistas, por ejemplo, las catedrales góticas eran "espantosas".[2]

Es por eso que lo aceptable del ayer puede convertirse en lo inaceptable de mañana, y lo que se considera feo en cierto contexto, puede, en otro, contribuir a la belleza del conjunto.[3] Con todo, agregamos, hoy el concepto de fealdad varía también en función de los gustos, juicios y valores (o anomia) del individuo contemporáneo.

Eco ofrece un repaso de la representación de la fealdad en las distintas épocas de la cultura occidental. Incorpora en su texto extractos de obras de filósofos, novelistas y poetas. Su recorrido a través de la historia de lo hórrido incluye los monstruos del mundo pagano, las representaciones de martirio, apocalipsis e infierno cristianos, la sátira y la caricatura, las deformidades patológicas, la demonización de una supuesta maldad inherente a la mujer, los estereotipos racistas, la pobreza, lo ordinario y lo cursi. Considera la vacuidad de la imitación de pésima calidad (pasticcio) y el pretensioso mal gusto de lo kitsch.[4] Indaga la sensiblería afectada del camp y su descontrolada nostalgia por el pasado ya pisado.[5] En conferencia de prensa Eco hace referencia a Yoda, ET y Marilyn Mason; habla de la fealdad en la imaginería de Botero.[6]

Según la hipótesis de Eco, lo antiestético se volvería estético al pasar por el filtro del arte. Y acaso sea a causa de ello que, tras haber percibido lo mezquino, débil, vil, banal, casual, arbitrario, tosco, repugnante, desmañado, horrendo, insulso, vomitivo, criminal, espectral, hechicero, satánico, repelente, asqueroso, desagradable, abominable, odioso, indecente, inmundo, sucio, obsceno, espantoso, abyecto, monstruoso, horripilante, vicioso, terrible, terrorífico, tremendo, repelente, repulsivo, desagradable, nauseabundo, fétido, innoble, desgraciado, lamentable e indecente que explora Eco en su libro, el primer editor extranjero de la obra no pudo sino exclamar: "¡Qué hermosa es la fealdad!"[7]

Pero la fealdad no es hermosa.

Es posible describir la antología de Eco sobre la fealdad como bella o definir su libro como paradójicamente bello.[8] Aunque los juegos de palabras en este caso solo ayudan a confundir al lector: Eco escribió una Historia de la fealdad y no una acerca de la ambigüedad o la paradoja.[9]

Por otra parte, se sostiene que Eco explora exhaustivamente los "cánones de la fealdad,"[10] cosa que es un disparate, ya que los cánones estéticos apuntan siempre hacia lo bello y nunca hacia lo feo (que de hecho constituye la negación de cualquier canon, empezando por el clásico).[11]

Al suponer que todo el mundo sabe lo que es "la belleza,"[12] Eco se equivoca completamente ya que no hay una belleza, sino muchas bellezas posibles.

Según Eco, "la fealdad atrae y repele a la vez."[13] Pero, contrariamente a lo que él afirma, la verdadera fealdad no genera ambivalencia en quien la percibe. Al contrario: lo feo repele, choca, da asco. Y al declarar que "hay caras horribles que nos gustan,"[14] Eco confunde lo feo con lo grotesco.[15]

Y es precisamente porque Eco confunde lo profundamente desagradable con el doble-filo de aquello que sugiere lo monstruoso que uno lee en la contratapa de su Historia que ésta lleva al lector "a recorrer un itinerario sorprendente [...] donde los sentimientos de repulsa y de conmovedora compasión se dan la mano [...] ante las más seductoras violaciones de todos los cánones clásicos."[16]

Mariano Akerman

Referencias
1. "Historia de la fealdad" (sinopsis), Librerías Gandhi, México (28.12.2009).
2. Ibid.
3. "La fealdad depende de las épocas y de las culturas, lo que era inaceptable ayer puede convertirse en lo aceptado de mañana, y lo que se considera feo puede contribuir, en un contexto adecuado, a la belleza del conjunto" (Beab, "Historia de la fealdad," El principio de la incertidumbre, 26.12.2007).
4. En decoración, el estilo kitsch es sobrecargado y chillón. Emplea colores muy saturados (preferentemente rosa-chicle, rojo señal, celeste eléctrico, verde manzana y amarillo-limón); incorpora texturas de pieles sintéticas, plásticos y brillos en general; recurre a las combinaciones estridentes (Espacio hogar y Mercado libre, 2007).
5. En estética, lo camp nostálgicamente hace resurgir lo que ya está pasado de moda. Provee así cierta sofisticación pero a partir de la artificialidad, el sentimentalismo y la afectación, cuando no la vulgaridad. En inglés, el adjetivo camp designa a lo ostentosamente gay, ya sea por comportamiento sobreactuado, pose amanerada o apariencia rimbombante. Para un debate, véase también Wordreference, Dictionarist, Wikicastellana y Wikisajona.
6. Umberto Eco, al presentar su obra en Fráncfort, 11.10.2007; E.A., “Umberto Eco triunfa con Historia de la fealdad,” El periódico de Catalunya, 12.10.2007.
7. "Reseña" de Historia de la fealdad (contratapa), Tematika.com, Argentina (28.12.2009).
8. Jorge Fernández Díaz, "Bella antología sobre la fealdad," La Nación, Buenos Aires, 1.3.2008, adn Cultura.
9. En este contexto, imprecisa e inadecuada resulta también la inclusión del término "perturbador" en la noticia que sostiene que "Historia de la Fealdad es un perturbador éxito de librerías" (Enrique Planas, "Elogio de lo feo," El Comercio, Perú, 19.4.2008), dado que "perturbador" solo quiere aquí decir "fenomenal" (como es posible deducir al terminar de leer ese artículo) y, por otra parte, nada hay de perturbador en el hecho que la antología de un renombrado escritor pueda haber conocido una vez más el éxito en las librerías limeñas.
10. "Historia de la fealdad" (sinopsis), Laie, España (28.12.2009).
11. En este contexto conviene recordar que a lo largo de la historia, los cánones de belleza buscan establecer qué es bello o armonioso y bien proporcionado.
12. "Hemos descubierto que es mucho más divertido mirar la fealdad, porque la fealdad es mucho más interesante que la belleza. La belleza es a menudo aburrida, todo el mundo sabe lo que es" (Eco, presentando su obra en Fráncfort, 11.10.2007; "Umberto Eco triunfa").
13. Ibid.
14. Ibid.
15. Aunque en la jerga común "feo" y "grotesco" se empleen como sinónimos, lo Grotesco no es lo Feo. En arte y la literatura, lo Grotesco es entendido como una categoría estética independiente de lo Feo. Su naturaleza y características han sido exploradas por Wolfgang Kayser y definidas por Philip Thomson (bibliografía).
16. "Reseña" (Tematika.com)

2 comments:

Moonlight said...

Ciertamente la fealdad equivale a la belleza. Al ser humano le causan cierta expectación las cosas feas. La belleza es monótona y cansina :)

Luis Manteiga Pousa said...

El cuerpo humano, generalmente, me parece bastante feo (y ya no digamos por dentro). La ropa adecuada ayuda mucho a mejorarlo. Y, sin embargo, también pienso que, en general, en el ser humano hay más belleza que inteligencia y, quizás, que bondad.

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