2.12.09

El firulete, un asunto de importancia medular


El término "firulete" proviene del gallego-portugués ferolete (pequeña flor, florcita) y de floreta (nombre de un baile peninsular). El uso de este vocablo es usual en el Cono Sur y se encuentra íntimamente ligado al arte ornamental. Emparentado con el firulete se hallan el arabesco y la filigrana.

El DRAE intenta definir firulete como un "adorno superficial y de mal gusto."[1] Pero tamaña idea es cuestionable y trasluce una actitud desinformada y sentenciosa (la Academia se supone que existe para ampliar el horizonte de la lengua y no para encerrarse en el prejuicio sectario o la discriminación). Por una parte, adornos y ornamentos son ya desde el vamos algo accesorio. Por otra, de gustibus non est disputandum, o dicho a la española, "sobre gustos no hay disputas."

Cabe entonces preguntarse:
En la Ciudad de las Tres Culturas, ¿son los arabescos de Santa María la Blanca cosa frívola y pueril?
¿O se volvieron ahora chabacanas las líneas en la gráfica de Alberto Durero o Aubrey Beardsley?
¿Resultan hoy la letra y música de la milonga de El firulete una manifestación de mal gusto?
¿Acaso son desagradables los firuletes que hacen las parejas de tango cuando lo bailan con destreza y pasión?
Y por sobre todas las cosas, ¿es el filete porteño un fenómeno cultural irrelevante?

Evidentemente, para cada una de esas preguntas la respuesta es un rotundo NO.

El arabesco, la filigrana, el firulete son todos elementos que fueron y son desarrollados para aderezar, para acentuar y enriquecer la expresión artística y contrapuntuar la fuerza expresiva de la obra, ya sea ésta un borde ornamental, un tango o una figura poética.

Elvio Gervasi, Águila, filete porteño con inscripción.

Indudablemente en cada uno de los casos mencionados el firulete es un ornamento, pero uno de corte siempre sutil y refinado.

Dada su naturaleza ornamental e histórica, el filete constituye una señal de distinción y jerarquía: en términos tradicionales indicaba cierta exclusividad o condición privilegiada, el ser copetudo.[2]

En tango, el firulete es un paso difícil y osado que los bailarines dan para demostrar su destreza.

En el fileteado porteño, el firulete es un ornato lineal asociado a la idea de prestigio. Recuérdese que, desde un punto de vista histórico, el adorno no era algo para todo el mundo. En el pasado, había que pertenecer al estrato acomodado de la sociedad para tener acceso al Ornato y hacer entonces uso y abuso del mismo. Piénsese por ejemplo en la historia europea o en aquella común a europeos y criollos. Si la persona en cuestión era de origen sencillo, sus bienes y pertenencias por regla general no presentaban ornato ninguno, ya que ese era un privilegio del que solo disfrutaban unos pocos copetudos (llámesele, nobleza y clero). No en vano Julio Payró abre su Pintura moderna explicando que, en 1789, la Revolución Francesa tuvo entre otras cosas el objetivo de cortar todo aquello que estaba de más y sobresalía.

Y posiblemente sea por eso que quienes llegaron a Buenos Aires a fines del siglo XIX y principios del XX, no dudaron en acudir a los fileteadores para solicitarles que les pintasen firuletes sobre los carros en los que diariamente transportaban su mercadería. El firulete expresaba aparentemente no solo un deseo de prosperidad económica (un Hacerse la América), sino también un anhelo personal de ascenso en la escala social.

Dado que para el DRAE el ornamento en cuestión es lamentablemente algo anecdótico y prescindible, conviene aquí recordar que León Battista Alberti, gran humanista y teórico renacentista, no titubeó en referirse a la columna como el principal ornamento de la arquitectura.

¿Y qué queda del orden arquitectónico si se le quita la columna? Lo mismo que quedaría de la identidad criolla si se la privara de sus estilizados componentes y floripondios: poco y nada.

En efecto, adorno prolijo y fantasía sensual según el lunfardo,[3] ¿qué otra cosa podría ser el firulete sino algo fundamental, estructuralmente medular para la preservación de una sana identidad en el Cono Sur?

Ergo, se incluye aquí El firulete, imponente milonga de 1958.[4]
Versión de Julio Sosa, 1964.

¿Quién fue el raro bicho
que te ha dicho, che pebete,
que pasó el tiempo del firulete?
Por más que ronquen
los merengues y las congas
siempre es buen tiempo pa’la milonga.

Vos, dejá nomás que algún chabón
chamuye al cuete
y sacudile tu firulete,
este arabesco que en el alma
la milonga nos bordó.
Es el compás criollo y se acabó.

Pero escuchá, fijate bien,
prestale mucha atención
y ahora batí si hay algo igual
a este compás compadrón.
Batí, por Dios, si este compás
repicadito y dulzón
no burbujea en tu piel
y te hace más querendón.

Pero escuchá... ha, ha, fijate bien,
prestale mucha atención.
Y ahora batí si este compás
no es un clavel reventón;
es el clavel, es el balcón,
es el percal, el arrabal,
el callejón, y es el loco firulete
de algún viejo metejón.


Notas
1. 22a ed., 2001, tomo 1, p. 1062.
2. Copetudo/a. adjetivo. Que tiene copete, penacho de plumas que presentan algunas aves en lo alto de la cabeza (abubilla y pavo real, por ejemplo). En sentido familiar, dícese del ser engreído, vanidoso de su alcurnia, abolengo y estatus social. En otras palabras, la autodenominada "gente de buena familia" o "gente bien" o incluso "gente como uno, ¿viste?"). Se supone que el término es hoy obsoleto, pero el hecho es que copetudo no merece por el momento ser incluido entre las "palabras que ya fueron" (Clarín, 31.3.2002).
3. En lunfardo, firulete hace referencia al adorno de mal gusto pero también al adorno prolijo; el vocablo significa además avalorio, es decir, fantasía (Babylon). Véase también firulete en el Diccionario de lunfardo y en el Diccionario El País.
4. El firulete, letra original de Rodolfo Taboada y música de Mariano Mores. El tango ha sido interpretado por importantes cantores, pero la versión más famosa es en la voz del uruguayo Julio Sosa, quien lo convirtió en un clásico. La letra de Taboada alude al lugar del tango frente a otras tendencias novedosas de la época, tales como el twist, que amenaza entonces con desplazar al tango de su lugar de hegemonía en la cultura rioplatense. Es por eso que en lo que a tango se refiere, El firulete es en esencia una milonga reivindicativa (Planet Tango, 2006; Zorzal Criollo, 2008).

Firulete ha adquirido un interesante sentido adicional y actualmente constituye toda una metáfora y figura de sublimación en el campo deportivo. Efectivamente, tanto al bailar un tango como al jugar al fútbol importantes son los firuletes. En el tango, el firulete es un paso o movimiento de baile característico que demanda que los danzarines entrelacen sus piernas de cierto modo y con pasión. Para bailar un tango o jugar al fútbol (pasión de multitudes) son necesarias la capacidad de improvisación e incuestionable destreza, para hacer entonces todo tipo de firuletes y poder, gracias a ellos, lucirse.

"Y sacudile tu firulete."

4 comments:

Gina desde el Ojo del Huracán said...

Precioso !!! Aunque conozco todo lo que escribiste igualmente me resultó muy grato y además escuché a Julio Sosa que también me gusta. Gracias.

Pretzl said...

Me encanta el "análisis firuloide". Besos!

Morawitt la Grande said...

¡Buenísimo! En cuánto venga alguien a polemizar sobre el minimalismo y sus virtudes trayéndose a Adolf Loos en la manga cual bandera piquetera le chanto El Firulete, obviamente en la versión de Julio Sosa, lejos la mejor. Nada de "Menos es Más," "Más es Más" y ¡se acabó! Chin pum.

Liliana Slarner said...

Me gusta mucho lo que escribiste sobre el firulete. Bailo un poco el tango, y coincido, el firulete tiene algo bonito. Ni hablar del fileteado, cuando deslizás el pincel para hacer ondas y curvas, es realmente placentero. Espero que empieces un 2010 muy florido; que estés muy bien. Liliana

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